A un periodista de los de nuevo cuno, de estos que designamos con el exótico nombre de reporter, de estos que corren tras la información, como el galgo a los alcances de la liebre, y persiguen el incendio, la bronca, el suicidio, el crimen cómico o tragico, el hundimiento de un edificio y cuantos sucesos afectan al Orden público y a la Justicia en tiempos comunes, o a la Higiene en dias de epidemia, debo el descubrimiento de la casa de huéspedes de la tia Chanfaina (en la fe de bautismo Estefania), situada en una calle cuya mezquindad y pobreza contrastan del modo mas irónico con su altisono y coruscante nombre: calle de las Amazonas. Los que no estén hechos a la eterna guasa de Madrid, la ciudad (o villa) del sarcasmo y las mentiras maleantes, no pararan mientes en la tremenda fatuidad que supone rótulo tan sonoro en calle tan inmunda, ni se detendran a investigar qué amazonas fueron esas que la bautizaron, ni de dónde vinieron, ni qué demonios se les habia perdido en los Madronales del Oso. He aqui un vacio que mi erudición se apresura a llenar, manifestando con orgullo de sagaz cronista, que en aquellos lugares hubo en tiempos de Mari-Castana un corral de la Villa, y que de él salieron a caballo, aderezadas al estilo de las heroinas mitológicas, unas comparsas de mujeronas, que concurrieron a los festejos con que celebró Madrid la entrada de la reina dona Isabel de Valois.